26.9.05

3._ Novedad Última

La capacidad de producir novedad, cuyos efectos se advierten por todas partes en la naturaleza, pero que no es propiedad de ninguna de sus partes sino de la totalidad, es la que le confiere la cualidad de finalidad o sentido.

Visto "a posteriori", cada nuevo nivel de emergencia –o nivel de realidad, o de complejidad, o de conciencia, como suele también decirse-- aparece como fin, como meta --no como propósito-- de los estadios anteriores. Así, cuando consideramos la serie de niveles sucesivos, cada uno dotado de suficiente estabilidad como para ser prácticamente irreversible, y cada uno apareciendo como finalidad del anterior, descubrimos una cadena o escala ascendente --¿la "Gran Cadena del Ser"?-- que nos lleva de eslabón en eslabón, de peldaño en peldaño, de novedad en novedad, en un progreso sin propósito propio, pero que "a posteriori" define un finalismo intrínseco evidente.

Si pensamos, o postulamos, un nivel máximo o límite superior de esta serie, que sería pues el nivel de novedad último y definitivo, el "Novum Ultimum", deducimos que para poder ser realmente el último debe tener necesariamente la característica de trascender, de ir "más allá" de toda la realidad anterior.

Si bien cada nivel de emergencia, por su radical novedad, puede considerarse trascendente respecto de los niveles anteriores, éste, al ser el último y definitivo, debe alcanzar un estado de equilibrio e irreversibilidad total, que dé cumplimiento completo a toda capacidad de novedad de la realidad, que satisfaga definitivamente todas sus tendencias. Esto define la trascendencia especial y única del Novum Ultimum respecto del conjunto del universo. En particular, podemos destacar que el espacio y el tiempo quedan en él trascendidos, superados.

Puesto que la Novedad Última es el fin supremo, el fin de los fines, del proceso de emergencia de novedades, podemos afirmar que toda finalidad intermedia se remite a él en último término, y que toda capacidad de novedad parcial es sólo un aspecto de la capacidad de producir la novedad última.

A la "Novedad Última" la identificamos con Dios trascendente, y a la capacidad de producirla, presente en todas las partes o aspectos de la realidad, pero que no es propiedad sino de la totalidad, la identificamos con la inmanencia de Dios, la potencia de Dios, el espíritu de Dios.
La "capacidad de Dios" es pues inmanente a la Naturaleza, intrínseca a ella, inseparable de su esencia, aunque no identificable con ella. Está en ella, pero no es ella. Esto queremos decir cuando la llamamos "inmanente". Y supone, obviamente, a Dios trascendente.

Si reconocemos una capacidad intrínseca de la Naturaleza de producir novedades parciales, una "potencia creadora" presente en el proceso evolutivo como cualidad intrínseca y no como agente externo, o una capacidad libre y creativa de la actividad humana, por ejemplo, estamos en el fondo reconociendo la presencia y acción del espíritu de Dios, de Dios inmanente. El proceso evolutivo cósmico se identifica así con la creación divina.