26.9.05

2._ Novedad

En épocas anteriores, se percibían cambios significativos sólo en las vidas de los individuos concretos. Incluso los cambios evidentes en la historia humana podían considerarse como meros episodios superficiales sobre una trama permanente. La historia parecía cíclica, -como cíclicos son el día y la noche, y cíclicas son las estaciones-, puesto que a cada civilización sucedía otra de características similares. Y la Naturaleza parecía esencialmente siempre la misma, a pesar de los cambios "locales, superficiales y pasajeros" causados por catástrofes, o por la erosión, o por la acción de los seres vivos. Pero, fundamentalmente, podía pensarse que la Tierra siempre estaba allí, con mares, montañas, ríos, valles, etc., siempre similares, habitada por seres vivos, animales y humanos siempre similares, comportándose siempre similarmente. "Nada hay nuevo bajo el sol". Y los cambios que se advertían no parecían producir realmente novedades, sino corresponder a comportamientos repetitivos. Por encima de todo, los astros parecían incuestionablemente inmutables y eternos, remotos e impasibles en su divina perfección; hasta sus mismos movimientos, supuestamente de geometría perfecta, eran más bien manifestaciones de estabilidad y reposo.

Pero sabemos muy bien que un movimiento puede tener las apariencias del reposo, si se observa a una "escala temporal" muy diferente a la suya intrínseca. Así, los vegetales nos parecen a primera vista inmóviles, puesto que tienen una escala temporal intrínseca --un ritmo vital-- muy diferente de la nuestra. Durante el lapso de tiempo en que dedicamos nuestra atención a una flor, ésta nos parece estática, como si fuera de papel o plástico; sabemos que si posteriormente, al cabo de horas o días, la volvemos a observar, ella habrá variado, como ser vivo que es, pero este movimiento no lo notamos con facilidad dentro de nuestra escala temporal. Si la filmamos y vemos la película a ritmo acelerado, a otra escala temporal, veremos a la flor brotando, abriéndose, desplegándose, agitándose, con una sorprendente vitalidad en absoluto estática.

Pues algo así es lo que ocurre --ahora lo sabemos-- con la naturaleza. Cuando la investigación científica ha avanzado lo suficiente, y ha conseguido explorar el pasado en intervalos de tiempo enormes para la escala humana, ha trazado una "película" del pasado que exhibe la grandiosa evolución biológica y cósmica precedente, en la que estamos insertos como su minúsculo último fotograma.

En dichas evoluciones, los cambios son radicales y sucesivos; la trama general no es estática ni cíclica de ninguna manera. Hubo tiempos en que no había ninguna civilización humana. Hubo tiempos en que no había seres humanos. Hubo tiempos en que no había ningún animal de los ahora conocidos. Hubo tiempos en que todos los seres vivos eran microscópicos. Hubo tiempos en que no había seres vivos. Hubo tiempos en que no había Tierra ni Sol. Hubo tiempos en que no había estrellas. Hubo tiempos en que no había compuestos ni elementos químicos como los actuales. Y todo esto en sucesión temporal inversa... hasta llegar a un momento inicial en que no había "prácticamente nada", ni espacio ni tiempo siquiera, sino... ¿una pura virtualidad?

Si esta gran "película" la vemos imaginariamente desde su inicio, a escala temporal cósmica, esto es, a una velocidad suficientemente acelerada, veremos brotar y desplegarse el Universo, como una enorme flor. Un segundo de película podría equivaler a un siglo de nuestra escala temporal; a esta velocidad, tardaríamos unos cinco años en ver la película entera -sin tomarnos un momento de descanso-; y toda la historia humana aparecería sólo en el último minuto de proyección.
Seguramente, habría tramos de película más agitados que otros. Después de un lapso largo --tal vez de varios "días o semanas de proyección"-- en que prácticamente no pasa nada, empieza de pronto una gran actividad: aparecen nuevos seres, nuevos fenómenos, nuevos comportamientos sorprendentes que no podríamos haber sospechado previamente. Así, probablemente, sería el momento de la aparición de los primeros seres vivos, y también el momento de la aparición de las primeras culturas humanas. Tendríamos la sensación de que algo nuevo, radicalmente nuevo, ha brotado repentinamente en cada caso; y ya que esto nuevo no puede sino referirse a sus orígenes, por distintos que hayan sido, tendríamos que concluir que ha "emergido" de alguna manera de ellos. Lo que había antes estaba evolucionando, cambiando lentamente, insensiblemente --o tal vez rápidamente, en ocasiones-- hasta que ha llegado un momento crítico, ha alcanzado un estado crítico, ha traspuesto un umbral, y --como una explosión-- ha emergido otra cosa.